Hola a tod@s,
hace unos años, cuando empecé a escribir microrrelatos y relatos cortos, me dio por probar con deferentes géneros. Os presento "Obsesión mortal", pequeño escrito sobre un detective privado y uno de sus casos. Espero que os guste.
Obsesión
mortal
El
humo de su cigarrillo atravesaba la fría noche invernal. Había un silencio
sepulcral, se encontraba en el cementerio
delante de una tumba que habían cerrado aquel mismo día. Hacía mucho
frío, así que se subió las solapas de su gabardina, protegiéndose el cuello y
se recolocó el sombrero de ala corta.
Mike
Dunham tenía más aspecto de gánster que de detective, rozaba los dos metros de
altura y era demasiado corpulento. Tenía el pelo oscuro como las alas de un
cuervo y una cicatriz que le atravesaba la cara, recuerdo de su juventud
rebelde. Había cumplido cuarenta años recientemente y menos mal que siendo un
adolescente se dio cuenta a tiempo y dio un giro a su vida de ciento ochenta
grados el día que mataron en la calle a su mejor amigo por robarle veinte
míseros dólares a un tendero.
Entró
en la academia de policía, realizó los estudios reglamentarios y una vez graduado
tres años de pies planos pateando las calles de Nueva York y aprendiendo la
sucia y cruda realidad de la vida desde el otro lado de la ley, del que
entonces consideraba el lado bueno.
Lo
dejó por que llegó un momento en que no tenía nada claro quiénes eran los
buenos y quiénes eran los malos. Corrupción policial, se había encontrado con
demasiados obstáculos en su época de novato y había decidido que aquello no
acaba de ser para él, que había otras formas de hacer las cosas, como por
ejemplo la suya.
Se
hizo detective privado y conservó las amistades que había hecho dentro de la
policía, lo que en numerosas ocasiones le había permitido recabar informaciones
que le habían permitido solucionar sus casos. Trabajaba solo y en el despacho
estaba Maud, su secretaria setentona, por qué odiaba el papeleo y contestar al
teléfono.
¿Qué
le había impulsado a ir aquella noche al cementerio? Tal vez si hubiera prestado más atención a los
pequeños detalles no se encontraría allí, o tal vez aunque lo hubiera hecho el
desenlace hubiera sido el mismo. En sus quince años de detective había
investigado muchos casos de espionaje industrial y las estafas e infidelidades
eran los más habituales, pero ninguno había acabado en tragedia.
Éste
era el primero de sus casos que había terminado de una manera tan funesta. Tal
vez por eso estaba allí, por qué no acababa de asimilar todo lo que había
sucedido en esa última semana.
Allí
estuvo hasta que perdió la noción del tiempo y el frío y la humedad le
atravesaron los huesos. Volvió a encender un pitillo y cabizbajo abandonó el
tranquilo lugar mientras escuchaba el sonido de sus pasos.
Se
subió al coche que tenía aparcado a la entrada y se dirigió al bar de John.
Necesitaba un trago de whisky urgentemente, a ver si podía hacer que cesaran
las tiritonas de frío y las ideas se le aclaraban un poco, por qué aunque hacía
años que se dedicaba a la profesión nunca dejaría de sorprenderle la naturaleza
humana.
Aparcó
el coche delante de la entrada del bar, le gustaba tenerlo a mano por si tenía
que salir deprisa, una costumbre que no había abandonado tras dejar de ser
poli.
El
bar estaba atestado de gente que buscaba un poco de todo. Calor, olvido,
compañía, cada uno de ellos tenía diferentes motivaciones, como él mismo.
El
humo, el barullo de las conversaciones, las discusiones, la música y las risas
le daba una calidez que para algunos podía parecer extraña pero que a él lo
tranquilizaba.
Se
acercó a la barra, saludó con la cabeza a John mientras se quitaba el sombrero
y la gabardina. Se sentó sobre un taburete y sin que pidiera nada al barman le
apareció un pequeño vaso lleno de whisky mientras escuchaba.
-Supongo
que es lo que quieres –le dijo John.
-Sí,
la verdad es que es lo que quiero y necesito –contestó Mike mientras cogía el vaso
y se lo llevaba a la boca, lo bebió de un trago y volvió a dejar el vaso sobre
la barra. John lo llenó de nuevo.
-¿Una
mala noche?
-Ojalá
hubiera sido sólo una mala noche, la verdad es que ha sido una mala semana –le
contestó mientras volvía a coger el vaso pero se tomaba el licor más
lentamente, el primer trago le había golpeado el estómago con fuerza. Pero
entonces comenzó a tener la sensación de
entrar en calor por primera vez en horas.
John
se alejó hacia el otro extremo de la barra para atender a otro cliente mientras
Mike cogía unos pistachos de un pequeño plato que había cerca de su mano
derecha.
Miró
al frente mientras masticaba y vio las botellas de todos los licores posibles
que debían surtir un buen bar. Un poco más arriba de las repisas dónde se encontraban
las bebidas había un gran espejo que le permitía observar lo que había a su
espalda pero que también le daba una imagen propia.
Pena,
daba pena ver el careto que llevaba, como si hubiera corrido una maratón de
cincuenta yardas sin haber entrenado. Pálido y ojeroso, con la barba sin
rasurar desde hacía dos días, la verdad es que no tenía muy buen aspecto. Tal
vez después del segundo whisky lo que debería hacer era irse a casa y dormir
una semana entera, por qué la verdad es que durante aquellos últimos días poco
había dormido metido como había estado en el caso de los Hubert.
Selina
y Ronald Hubert, en esos momentos eran considerados caso cerrado para él y para
la policía, por qué al final la policía había tenido que intervenir.
Cómo
si se formara una nebulosa sobre el espejo, comenzó a recordar cómo la
espectacular y curvilínea Selina se le había presentado en su despacho para que
investigara unas supuestas infidelidades de su marido.
Sí,
así comenzó todo.
******
Una
semana antes…
-Entonces,
usted dirá –le dijo Mike a la hermosa mujer que tenía delante.
Estaban
sentados en su despacho, gracias a Dios que Maud lo había ordenado todo un poco
por qué siempre parecía que había pasado una manada de búfalos por él.
No
era gran cosa, pero tenía todo lo necesario, una silla giratoria sobre la que
alguna que otra vez se echaba un sueñecito, una mesa, el teléfono, miles de
papeles por todas partes y al otro lado dos sillas y al fondo una pequeña
estantería con algunos libros de temática legal y encima su título de
detective.
-Quiero
contratarlo por qué creo que mi marido me está engañando con otra mujer. Quiero
que lo siga y me dé las pruebas necesarias para destrozarlo. ¿Qué se ha pensado
el muy hijo de perra para pensar que me puede engañar sin que le pase nada? Con
lo que yo le he querido y…-se sacó el pañuelo del bolso- le quiero- dijo con el
sonido de la voz amortiguada por el pañuelo que se había llevado a la nariz.
Una
lágrima rodó por su perfecto cutis. Era algo chocante que una mujer que parecía
tan fría tuviera ese arranque tan pasional y sentimental. Sí, se dijo a sí
mismo, debería quererlo mucho, en fin, a ver qué podía averiguar.
La
mujer de unos treinta años iba perfectamente vestida con un modelito de la
época. A parte del bolso, llevaba de complemento un sombrerito ladeado con una
pequeña redecilla que le quedaba sobre los ojos sin que le dificultara la
visión.
-Bueno
Mrs…
-Hubert,
Selina Hubert –continuó la mujer cuando vio que Mike se quedaba a medias de la
frase.
-Sí,
estooo… Mrs Hubert ¿por qué piensa que
le está engañando con otra mujer?- le preguntó Mike mientras se inclinaba hacia
adelante en un signo de interés por el cariz que estaba tomando la
conversación.
La
mujer se sonó muy discretamente y recogió el pañuelo de nuevo en el bolsito. Se
recolocó sobre su asiento sentándose más erguida y le contestó mirándole a los
ojos.
-Pues
mire, llevamos más de diez años casados y normalmente es muy puntual y muy
rutinario en su vida cotidiana. Nunca llega tarde y si va a hacerlo me llama
por teléfono, pero desde hace unos meses, está despistado y nervioso. Llega
tarde y cuando le pregunto que por qué me dice que ha tenido trabajo y me
contesta de malas maneras, cómo si intentara ocultarme algo.
-¿Le
ha preguntado si le pasa algo en el trabajo?
-Sí,
se lo pregunto todos los días, pero me evade diciendo que son cosas de hombres
y que lo deje tranquilo, que lo atosigo y que no lo dejo en paz. Es el director
y fundador de una empresa de compra y venta hortícola, la verdad es que nunca
nos ha faltado el dinero por qué el negocio funciona muy bien.
-¿Algún
día no ha ido a dormir a su casa?
-Sólo
en una ocasión y me dijo que se había quedado dormido en la oficina, pero llamé
y no me contestó nadie. Así que ya se puede imaginar por qué tengo sospechas.
-Mrs
Hubert le voy a hacer una pregunta un tanto embarazosa pero que creo necesaria
¿tienen relaciones sexuales últimamente?
La
tez de Mrs Hubert se tiñó de un ligero tono rosado, pero la determinación de
ella pudo más que su pudor y le contestó.
-Pues
he de reconocer que desde hace unos seis meses no tenemos relaciones, cuando he
querido tenerlas él me ha dado escusas de que estaba muy cansado y que en otro
momento sería. Cómo puede comprobar no ha sido por qué yo no haya querido.
-¿Su
marido tiene personal femenino a su cargo en la oficina?, ¿una secretaria
quizás?
-Sí,
hay mujeres en la oficina trabajando pero en el despacho tiene un secretario.
Mike
en un principio no le dio mucha importancia y siguió preguntándole a Selina.
-¿Alguna
amiga suya?, ¿una clienta?, ¿alguien de quien pudiera sospechar?, ¿algún
detalle sobre su ropa que le haya llamado la atención?
-Pues
ahora que lo dice, no le he visto más tiempo de lo estrictamente decoroso con
ninguna mujer. Tampoco le he visto marcas de carmín en su ropa ni el olor del
perfume de otra mujer que no sea el mío. Siempre huele a colonia de hombre. Es
muy cuidadoso con su higiene personal. Siempre ha sido muy respetuoso conmigo.
-Bien
–dijo Mike-lo que haré será seguirlo durante unos días y en cuanto tenga alguna
cosa sobre el tema se lo comunicaré. Lo único que necesito es que me dé la
dirección de su casa y del trabajo además de las de los locales que
habitualmente frecuenta.
Una
vez que Mrs. Hubert le hubo dado los
datos requeridos, Mike le explicó lo que le costarían sus honorarios entonces
ella le dijo que no habría ningún problema y se levantó. Mike también se
levantó y la acompañó fuera del despacho volviendo a decirle al salir por la
puerta que contactaría con ella en como máximo una semana con las noticias que
tuviera.
Al
pasar por delante de la mesa de Maud le explicó escuetamente de qué iba este
caso y que de momento no podría trabajar en nada más, que estaría toda la
semana dedicado a él y que si hubiese algún otro tendría que esperar.
Volvió
al despacho a recoger el sombrero y la gabardina, después salió del edificio,
cogió el coche y se fue a la jefatura de policía a recabar información de tipo
legal.
Una
vez en el recinto policial saludó a viejos compañeros del cuerpo que aún estaban
por allí y se dirigió al despacho de Pearl Adams, la secretaria del jefe que
controlaba el cotarro y que le proporcionaría la información que buscaba. En un
principio sólo buscaba que Mr Hubert no tuviera denuncias de algún tipo, multas
o algún que otro problemilla con la ley. Tal y como hablaba la mujer hasta
hacía poco tiempo el hombre parecía un dechado de virtudes.
Pero
Mike sabía por experiencia que hasta los más santos tenían algún que otro
cadáver en el armario.
Cuando
llegó al despacho de Pearl llamó y entró sin esperar que ella contestara.
-¿Qué
hace la mujer más hermosa del sur de la ciudad encerrada en un despacho?
-Mike
Dunham tú siempre tan galante, pero te conozco desde hace demasiado tiempo ¿qué
buscas?, ¿a quién investigas?, ¿otro marido infiel?
Pearl
se encontraba en el cómodo despacho que comunicaba con el del jefe mediante una
puerta interna sentada detrás de su mesa y mientras le miraba por sobre los
pequeños lentes que solía llevar cuando trabajaba, seguía escribiendo a máquina
algún informe que le habría pedido el Comandante Bones. Era una chica mona y
sexy pero las gafas le daban aspecto de marisabidilla.
Mike
se sentó sin su permiso en una de las sillas que había delante de su mesa y se
rió.
-Jjajajja…eres
demasiado lista ¿lo sabías?
-Sí,
lo sé. Así que al grano que tengo trabajo ¿qué quieres Dunham?
-Yo
que pensaba invitarte a comer.
-No
tengo tiempo y nunca cumples esas invitaciones. Eres como eres.
-Bueno,
la verdad es que a veces se me lía la vida, pero te prometo que la próxima vez
cumpliré con mi invitación.
-Vamos,
que te ayudaré sin invitación, canta ¿qué quieres?-repitió de nuevo Pearl.
-Busco
información sobre un hombre que se llama Ronald Hubert un empresario que al
parecer está engañando a su mujer.
Ella
dejó de escribir a máquina, cogió un papel y un lápiz y escribió el nombre,
entonces le dijo.
-Vale,
ya lo tengo. Llámame dentro de un par de horas y te diré algo que ahora estoy
muy ocupada ¿busco alguna cosa en concreto?
-No,
sólo lo habitual.
-Bien,
pues ahora largo –y se dispuso de nuevo a teclear finalizando así la
conversación y la visita.
Mike
se levantó y salió despacho cerrando despacio la puerta mientras pensaba que
era una mujer curiosa. Tenía un trabajo de gran responsabilidad pero siempre
encontraba tiempo para ayudar a la gente y nunca pedía nada a cambio. Tal
vez un día la invitaría a cenar, le
gustaba.
Cogió
el coche y se dirigió a las oficinas de Mr. Hubert, aparcó y se quedó dentro
del coche con una papelina de pipas para entretener el apetito y tener algo que
hacer, sólo tenía que recordar limpiar el coche de vez en cuando, por qué
realmente podía llegar a ser una pocilga si le tocaba estar demasiado tiempo
allí dentro. Era muy tedioso el trabajo que le esperaba ahora, la vigilancia.
Pasaron
dos horas y vio entrar y salir del edificio de oficinas a mucha gente. Por la
descripción que le había hecho Mrs Hubert lo localizó enseguida. Un tipo
delgado de porte distinguido de unos cuarenta y cinco años, el cabello
relativamente escaso con grandes entradas dejándole la frente muy despejada.
Vestía un traje gris y sombrero que se puso al salir del edificio. Fue hacia su
coche que estaba aparcado en la misma calle, se subió en él y lo condujo hasta
su casa.
Mike
lo siguió durante cuatro días, como había dicho su mujer era un tipo muy
rutinario y se lo demostró en ese tiempo. Había llamado a Pearl y ésta le
confirmó lo que suponía, el tipo no tenía ni una multa de tráfico.
Salía
de casa, iba al trabajo, salía a almorzar, volvía al trabajo, salía del trabajo
y se iba a casa. Esa era su rutina y en esos momentos también la de Mike.
Al
quinto día, que coincidía con que era viernes, el tipo alteró su habitual
rutina y a la hora del almuerzo después de tomarlo en la cafetería de todos los
días, se acercó a una joyería dónde compró un bonito y muy caro anillo de
mujer. Mike empezó a animarse, por qué la verdad es que había sido una
vigilancia muy pero que muy aburrida. Supo para quién era el anillo por qué
entró en la tienda cuando él había vuelto a su trabajo.
Habló
con el propietario por qué quería un anillo parecido al de “su amigo” Mr.
Hubert, entonces el hombre le había explicado que Mr. Hubert le había dicho que
era para su mujer.
También
sucedió algo ese día por la tarde. No apareció a la hora de irse a su casa, así
que Mike bajó del coche y se dispuso a subir al piso dónde el hombre tenía las
oficinas. Se montó en uno de los ascensores, subió al cuarto piso y se acercó a
la puerta dónde ponía Hubert Enterprises, The Red Tomato.
Con
forme se acercaba escuchó gritos dentro del despacho. Eran dos hombres discutiendo,
no entendía lo que decían pero claramente eran dos hombres. Se estaba acercando
para poder escuchar qué decían y quienes eran los que discutían cuando la
puerta se abrió de golpe y salió un hombre alto, moreno y delgado de unos
treinta años.
El
hombre se quedó parado en la puerta al verlo y le dijo de malos modos.
-¿Qué
quiere? Las oficinas están cerradas.
Mike
que ya tenía un discursito habitual para estos casos le dijo.
-Perdone,
pero estoy buscando la oficina de Mr. Smith.
-Pues
le comunico que en esta planta no está.
-Ah,
pues perdone y gracias.
Mike
se tocó el ala del sombrero y dio media vuelta para irse por qué el hombre aún
estaba en la puerta mirándolo con cara de pocos amigos.
Una
vez abajo se dedicó de nuevo a esperar que saliera alguno de los dos, lo que estaba
claro era que una de las personas que estaba discutiendo era Mr. Hubert pero al
otro no lo conocía, cabía la posibilidad de que fuera el secretario. No le
había dado mucha importancia a que tuviera un hombre como secretario ya que en
su investigación se había centrado más en las mujeres.
Salió
Mr Hubert con el pelo algo revuelto y un poco desaliñado como si hubiera estado
forcejeando y pasándose la mano por el pelo corto, pero una vez cerca de su
coche se recompuso la ropa en un intento de mejorar su aspecto. Mike dejó que
marchara por qué tenía la impresión de que el otro tipo tenía algo más que ver de
lo que parecía en el caso.
Al
cabo de una hora el hombre del despacho estaba en la puerta principal pero él
no estaba en absoluto desarreglado, al contrario, parecía que fueran las ocho de
la mañana y entrara en esos momentos a trabajar y no que fuera la hora de salir
del trabajo. Lo que tampoco le pasó inadvertido a Mike era la furia que
destilaba por todos los poros de su cuerpo, tanto en los movimientos que hacía
como en la cara, que como buen espejo del alma le reflejaba ese sentimiento en
concreto.
Se
acercó al que parecía ser era su coche, se subió y Mike lo siguió durante
alrededor de una hora. Entonces aparcó y se metió en un bar de una de las zonas
medias de la ciudad.
Mike
no entró por qué no quería que lo reconociera, seguiría esperando a ver cómo y
dónde acaba la noche. Se apuntó la matrícula del coche y mientras seguía vigilando
la puerta del bar se dirigió a una cabina cercana desde dónde llamó a un colega
que trabajaba en tráfico para que le facilitara el nombre del propietario.
James
Buford, treinta y un años, vivía en Amsterdam Ave una zona bien de Manhattan,
Mike se planteó que para ser un simple secretario debía tener muy buen sueldo.
Volvía
a estar en el coche cuando Mr. Buford salió del bar con aspecto de haberse
tomado un par de whiskys y estar más controlado. Lo siguió, pero no hizo nada
excitante, se dirigió directamente a su calle dónde aparcó y de allí fue al que
se suponía era su apartamento.
Era
sábado por la mañana cuando Mike recibió el aviso de Maud de que se pusiera en
contacto con Mrs. Hubert, la llamó por teléfono y ella le comunicó que quería
que se pasara durante la tarde por su casa ya que se había reconciliado con su
marido, ya no necesitaba más de sus servicios y le pagaría sus honorarios.
Mike
no acababa de ver clara toda la situación tenía piezas del rompecabezas que no
encajaban como debían. ¿De golpe Selina se había reconciliado con Ronald?, ¿era
el anillo el que lo había logrado?, ¿qué explicaciones le había dado Ronald a
Selina sobre su comportamiento durante meses?, ¿quién era la mujer con la que
la había engañado?, ¿sobre qué habían discutido tan acaloradamente Ronald y
James?, ¿tenía algo que ver el secretario con toda esta situación?
La
cabeza de Mike se planteaba todas éstas cuestiones mientas comía en su bar
favorito cerca del despacho y se tomaba una gran ración de salchichas con puré
de patatas y una cerveza, cuándo Hilda la camarera le dijo que se pusiera al
teléfono que lo llamaba una mujer.
Sólo
Maud sabía que estaría allí a esas horas y era muy raro que lo llamara, podía
esperar a que volviera al despacho. A pesar de ser sábado por la tarde, quería
dejar unos papeles arreglados y cerrar el informe de los Hubert.
Al
otro lado de la línea estaba Pearl.
-Mike,
soy Pearl ¿recuerdas que me pediste que indagara un poquito sobre Ronald Hubert
y en un principio no tenía ni una multa
de tráfico?
-Sí
–contestó Mike.
-Bueno,
pues rebuscando en unos archivos de hace unos quince años, tu amigo Ronald
estuvo implicado en una redada en uno de los bares de ambiente de esa época que
estaba de moda, aunque alegó que él no sabía que fuera de “ese tipo de bares”.
Se resolvió con una buena multa.
-Vaya,
el amigo Ronald es una caja de sorpresas. Gracias Pearl, eres un cielo, de
verdad que ésta semana te invito un día a comer.
-Anda,
anda…tú sigue insistiendo y tal vez algún día te acepte la invitación.
Pearl
colgó y dejó a Mike con la cabeza hirviendo sobre las diferentes posibilidades
que se podían barajar con la información recibida mientras oía el pitido del
teléfono aún sin colgar por su parte.
Tenía
muy malas sensaciones, lo mejor era ir ahora a casa de los Hubert. Colgó el
teléfono, pagó la cuenta y se subió al coche para dirigirse a la casa lo más rápidamente
posible.
Aparcó
delante de la casa de los Hubert y vio que también estaba el coche de James
Buford, se apeó y se acercó con pasos rápidos a la puerta principal, los Hubert
vivían en uno de los barrios residenciales y su casa era bastante grande.
La
puerta estaba entreabierta, así que no llamó y en el momento en que entraba en
la casa se escuchó el sonido de un disparo en una de las habitaciones posteriores,
se dirigió corriendo hacia allí con la pistola en la mano que sacó de la
sobaquera que siempre llevaba debajo de la chaqueta del traje.
Abrió
la puerta y se encontró con un amplio salón. A la derecha tenía ubicada una
gran chimenea y delante en el suelo el cuerpo sin vida de Selina Hubert con una
gran mancha de sangre que cada vez se hacía más grande sobre su pecho. James
apuntaba a Ronald que miraba con horror a su mujer en el suelo. Mike apuntó a
James y éste al darse cuenta de la entrada de Mike dejó de mirar a Ronald para
decirle a Mike que dejara el arma en el suelo si no quería que matara a Ronald.
Mike
se lo pensó unos segundos pero sabía que James
no dudaría en matar a Ronald, tenía la determinación escrita en la cara,
así que haciendo acopio de valor dejó el arma en el suelo sin dejar de mirarlo
y levantó las manos en señal de rendición.
Entonces
James le hizo señales con la pistola a Mike para que se pusiera al lado de
Ronald haciendo que se acercara a la chimenea y al cuerpo sin vida de Selina
del que seguía manando sangre descontroladamente.
Entonces
James se volvió a dirigir a Ronald.
-Tenías
que decírselo y reconciliarte con ella. El bueno de Ronald, siempre tan
correcto y tan perfecto. Pues no, no eres nada perfecto eres un gay como yo, te
han gustado siempre los hombres y te has convertido en un reprimido.
-Eso
no es verdad James - contestó Ronald saliendo de su estado estuporoso - quería
a mi mujer aunque me hubiera enamorado de ti, pero eso ya pasó y quería volver
a estar con ella.
Mike
escuchaba asombrado la conversación de reproches entre ambos intentando buscar
alguna manera de poder neutralizar la pistola de James.
-Bueno
pues ahora ya no estarás con ella nunca jamás.
-Pues
contigo, asesino de mujeres, tampoco.
-Así
que esas tenemos-le dijo James que empezaba a enrabietarse tras ver que no
había conseguido nada después de haber matado a la mujer.
-Pues
si no eres para mí no eres para nadie- Mike no pudo actuar, todo fue demasiado
rápido. James disparó a Ronald y antes
de que Mike se pudiera abalanzarse sobre James, éste se metió la pistola en la
boca y disparó haciéndose saltar parte del cerebro.
Mike
se sentía conmocionado y horrorizado, había tres cadáveres en el salón y todo
por una obsesión, la obsesión de James por Ronald.
Llamó
a la policía explicando lo que había visto y vivido sabiendo que tendría que
explicar la historia completa desde el principio en la comisaría, pero mientras
hablaba por el teléfono se fijó en que Selina llevaba en el dedo anular de la
mano izquierda el anillo que le había comprado Ronald el día anterior.
Ahí
estaba la explicación de la discusión de James y Ronald la tarde anterior, la
vuelta de Ronald con Selina y el anillo que lo demostraba.
Mike
tenía muy mal sabor de boca tras todo lo sucedido, a lo lejos ya se escuchaban
las sirenas de los coches de policía que se acercaban a toda velocidad a pesar
de que ya no podrían hacer nada.
*****
Aún
tenía el segundo vaso de whisky delante sin acabar cuándo se dio cuenta de que todavía
estaba sentado en el bar mirando hacia el espejo.
Esa
noche había estado ante la tumba de Selina y Ronald Hubert, los habían
enterrado aquella misma tarde de domingo, al menos estarían juntos, no sabía
dónde habían enterrado a James. A los tres se les hizo la autopsia y quedó muy
claro el motivo de la muerte además de que al prestar Mike declaración, la
historia se completaba y el caso se cerraba sin que quedara ninguna duda. Crimen
pasional, James Buford se había obsesionado con Ronald Hubert y no soportó que
volviera con su esposa Selina, fin del caso.
No
se acabó el whisky, dejó unos dólares sobre la barra, se puso la
gabardina junto con el sombrero y salió del local haciendo una señal con la cabeza
en forma de despedida a John. Entró en el coche y condujo calle abajo hacia su
casa mientras el letrero fluorescente del bar de John parpadeaba en la oscura y
fría noche.
Fin
Cris
Tremps
Saludos
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