Hola a tod@s,
en la nueva entrada os dejo un pequeño relato que escribí hace algunos años. Espero que os guste y os deseo un muy feliz San Valentín.
El papiro
Año 2570 a. C.
Hemiunu ,el arquitecto real, contemplaba el atardecer de aquel hermoso
día desde la base de la Gran Pirámide que estaban a punto de terminar de
construir por orden del Faraón Keops. Era conocedor de que en aquella desértica
meseta se levantarían otras pirámides, así lo había predicho el hijo de Ra, pero
estaba seguro de que ninguna sería tan majestuosa como la que se había llevado
a cabo con tanto sufrimiento y esfuerzo por parte del pueblo egipcio y de los
esclavos.
Los últimos rayos del sol iluminaban una construcción que esperaba
perdurara a través de los tiempos. La mezcla de tonos rojizos y amarillentos sobre
la vasta extensión de arena, era impresionante.
La intención era de que en los años venideros nadie pudiera profanar la
tumba del monarca. Dentro se encontraban las diferentes cámaras que acogerían
tanto el cofre mortuorio, como los tesoros acumulados en su vida terrenal, las
barcas y cuadrigas reales, que lo llevarían junto con los demás dioses a la
otra vida. También había laberintos que no llevaban a ninguna parte, más que a los posibles profanadores a una tumba en vida.
Era el único que conocía todos sus secretos y cómo se había llevado a
cabo la construcción, por lo que había descrito en un papiro todo aquello que
era necesario conocer para efectuar la planificación del trabajo.
Los escribas elaborarán la
historia del reinado de cada faraón, en la del actual faraón, solo nombrarán la
cimentación, pero no los secretos que se esconden en su interior.
Quería que su trabajo perdurara a través de los tiempos, el orgullo era
un poderoso sentimiento, por lo que deseaba e, iba a hacer lo posible, para que
el papiro llegara a un tiempo futuro.
Para que el escrito no se
deteriorara lo había guardado dentro de un cofre de latón revestido de resina, igual que la utilizada en la momificación, para que
ni las inclemencias del tiempo ni el paso de los años hicieran mella en él y lo escondería en el interior de la pirámide.
Sería un documento único que ensalzaría su nombre y no sólo la historia
de la tumba de su sire
En la actualidad
La arqueóloga Mara Lewis-Bauer se encontraba en la meseta de Guiza a unos
quinientos metros de distancia de las famosas pirámides observándolas
desde la cara sur.
Sentada en una cómoda silla debajo del toldo que habían colocado tras acampar, podía ver perfectamente como las seis antiquísimas construcciones se
erigían orgullosas, la Gran Pirámide de Guiza, Jafra y Menakura, y a los pies de
ésta última las tres correspondientes a sus reinas.
El colorido era espectacular, la dorada arena emitía diferentes
reflejos a esa hora del atardecer egipcio mostrando una imagen que quitaba el
aliento. Hacía un calor terrible y sudaba a mares por todos los poros de su
cuerpo pero la emoción sobre lo que podía estar a punto de suceder le parecía un
exiguo pago.
«¿Cuántas personas y hechos históricos habrán sucedido aquí? ¿Cuántas
cosas quedan por descubrir de una civilización tan antigua e inteligente?» Se
preguntaba mientras esperaba a que los participantes en la misión volvieran al
campamento base.
Estaba feliz de poder participar en esta expedición
tan especial. Desde que su abuelo le había contado todas aquellas leyendas
sobre un cofre inviolado del arquitecto de Keops, no había parado de
buscar información y estudiar sobre el tema. No había nada concreto escrito,
pero en ocasiones encontraban referencias a la historia que había pasado de
generación en generación.
Licenciada en historia antigua y arqueología desde hacía cinco años su
gran pasión la había llevado a las diferentes excavaciones a las que su
universidad la había enviado, en una de ellas conoció al que hoy era su marido,
el famoso erudito y también arqueólogo, Peter Bauer.
Su relación no tuvo un buen inicio, ambos eran cabezotas y él sobre
todo muy arrogante y algo prepotente. Hasta que ambos no reconocieron y dieron
rienda suelta a la pasión que habían sentido el uno por el otro desde que se
habían conocido, sus conflictos profesionales y personales no se habían
solucionado.
La pasión les había llevado a la amistad y al amor, hasta llegar a una pequeña ceremonia de boda con unos pocos
testigos en uno de los asentamientos de Egipto en el que habían estado
trabajando todo el verano del año anterior.
Ahora se escuchaban y respetaban, ambos estaban totalmente volcados en
su vida en común y en una búsqueda tan importante como era la del papiro con el
secreto mejor guardado de la Gran Pirámide.
Este año se habían patrocinado a sí mismos, habían estudiado el tema y dieron con la clave en un documento que hacía referencia a la tumba
de Keops relatando su historia y cómo el arquitecto real construyó esta
maravilla, y un muy escondido cofre que contenía en tesoro en forma de papiro.
Mara se levantó poco a poco de la silla al ver que el grupo se acercaba
a través del desierto hasta su posición, Peter llevaba algo en el regazo que
parecía una piedra redonda de unos cincuenta centímetros de alto por cincuenta
de ancho.
Cuando estuvo a su lado le preguntó con evidentes signos de emoción.
—¿Qué es?
—Es el cofre—contestó Peter.
—Pero parece una piedra.
—Es por el paso de los años, ha estado incrustado detrás del bloque que
indicaba el inicio de la obra en sus grabados. Tenías razón, él fue muy listo
dejando pequeñas pistas para llegar hasta él.
—Es casi tan grande como mi tripa.—Señaló Mara echándose después a reír
mientras la acariciaba.
—Cariño, tienes razón, pero de tu tripa nacerá nuestro mayor tesoro, que
será un hijo y dentro del cofre debería estar el papiro que nos enseñará a toda la humanidad
el mayor secreto del arquitecto de la Gran Pirámide, cómo se construyó y todos
sus secretos.
Cris Tremps
Saludos
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