Hola a tod@s,
la semana pasada estuve en el RA, como siempre, genial poderse reunir con amigas, escritoras y lectoras. Este año Merche Diolch me propuso participar en la III Antología RA, lo cual le agradezco mucho, y en esta entrada quiero compartir con vosotros este relato corto que espero os guste.
La diseñadora de joyas
Alexa escuchaba una de
sus arias favoritas en la voz de María Callas a través del Ipod conectado a
unos pequeños altavoces ubicados sobre una de las estanterías de su taller de
orfebrería. Era la dueña de una pequeña joyería en el corazón de Manhattan.
Tenía cierto reconocimiento, aunque siempre solicitaba discreción a sus
compradores más elitistas.
No le interesaba ser
rica ni famosa, sólo poder desarrollar su imaginación sobre los diferentes
metales. No siempre trabajaba con materiales caros, también pensaba en las
personas que no podían permitírselos y poseía una sección de bisutería que
tenía gran éxito entre los compradores que se acercaban al establecimiento,
fueran acaudalados o no.
Desde que aprendió a
dibujar, bocetos de anillos, collares, tiaras y todo lo que conlleva la
orfebrería había sido una parte muy importante de su vida. Su familia la había
apoyado desde el principio, a pesar de ser gente modesta. Reconocían su talento
y gracias a ser una excelente estudiante, mediante becas y trabajando como
camarera a tiempo parcial, había conseguido llegar finalizar sus estudios.
Poseer la tienda en un
lugar tan privilegiado había sido una cuestión de continuidad, por así decirlo.
Una mañana, pasando por delante de la joyería vio el cartel que indicaba se
buscaba un ayudante. Presentó su currículum junto con varios diseños y fue
contratada de inmediato.
John Forester era un
joyero mayor que supo reconocer su talento. Durante cinco años no sólo habían
sido propietario y ayudante, desarrollaron una fuerte amistad que terminó de
manera súbita cuando él murió de un infarto mientras dormía. A los pocos días
del suceso un abogado la citó para comunicarle que había heredado la propiedad
y le entregó una carta. En ella le explicaba que no había nadie en quien
confiara más para que continuara con su trabajo y no teniendo familia era lo
más lógico. Lo que el hombre no le había contado nunca era que padecía una
dolencia cardíaca y que, siendo conocedor del problema había decidido, un par
de años atrás, dejar los asuntos legales bien atados por si la muerte aparecía
en cualquier momento.
Habían pasado varios
meses y no había cambiado nada en el taller. Lo echaba mucho de menos. Su familia
vivía en el otro extremo del país y tan solo se veían un par de veces al año,
por lo que John se había convertido en algo parecido a un muy querido tío. También
estaba Mary, la dependienta de su misma edad, treinta años, que con su encanto
y habilidad para las ventas, mantenía la tienda funcionando como un reloj
suizo.
Las dos habían
conectado desde ese primer momento en que entró en la joyería para solicitar el
trabajo. Ambas estaban muy tristes tras la muerte de John, pero poco a poco se
iban recuperando y estaban decididas a que todo continuara igual a como estaba
cuando él vivía.
Estaba trabajando en un
broche de oro blanco con pequeños rubíes, cuando Mary entró en la estancia.
-¿Tienes tiempo para
pulir un anillo? –le preguntó su amiga mientras caminaba hasta la mesa de
trabajo. Siempre le sorprendía la imagen perfecta de Mary, perfectamente
peinada, maquillada y vestida, a comparación de la suya que era la de una
adolescente con tejanos y jerséis de lana, con muy poco maquillaje y el cabello
oscuro recogido en un moño del que siempre se escapaban mechones que acababan
enmarcando su cara.
-Creo que sí, estoy
dándole los últimos retoques al broche- contestó mientras lo retiraba del
soporte sobre el que trabajaba para enseñárselo.
-Bien, porque le he
dicho al cliente que podía pasar a recogerlo en un par de horas- dijo Mary
sonriéndole y con un ligero brillo en los ojos que no pasó desapercibido a
Alexa. La miró con fijeza mientras enarcaba una ceja en un signo
interrogatorio, sabía que la mujer estaba emocionada, bien fuera por la pieza o
por el cliente.
-Vale –continuó al cabo
de un momento mientras se abanicaba con la mano y mantenía la sonrisa y cierto
rubor en su rostro. –Un anillo de boda de hombre precioso, si no fuera porqué
sé que es imposible, diría que es un diseño tuyo. El tipo era un bombón con un
acento ruso que casi hace que me derrita.
Cuando Mary extendió la
otra mano mostrándole la pieza se quedó paralizada. Miedo, pánico y multitud de
sentimientos nada positivos se adueñaron de su cabeza y cuerpo. Comenzó a sudar
profusamente y sus ojos grises se llenaron de lágrimas. Sintió un ligero mareo
que intentó controlar con todas sus fuerzas.
-¿Qué te pasa? –Su
amiga se agachó hasta ponerse a su altura con la preocupación reflejada en su
rostro.
-Me ha encontrado. Él
me ha encontrado- susurró una y otra vez Alexa. –No puede ser.-Negaba con la
cabeza mientras su cuerpo empezó a temblar de manera descontrolada. Notó cómo Mary
intentaba que abriera la mano con la que sujetaba con demasiada fuerza el
broche. Algo caliente resbalaba por su piel. Se había cortado con él.
-¡Alexa! –exclamó Mary
mientras la sujetaba con fuerza por los hombros intentando que reaccionara.
-¿Qué demonios estás diciendo? ¿Quién es él? ¿Quieres que llame a la policía?
¿Es un acosador?
-¡No! –Gritó mientras
se levantaba.-Nada de policía –dijo en un tono más bajo intentando recuperar la
compostura. Respiró profundamente varias veces y se concentró en la sangre que
impregnaba su mano. Caminó hacia la estantería en dónde tenía un pequeño
botiquín y buscó una gasa para ponerla sobre la herida.
Sabía que tenía mucho
que contar y poco tiempo antes de que volviera. Entonces tendría que
enfrentarse a él.
-Por favor, cierra la
puerta de la tienda y luego vuelve. Te lo contaré todo –le pidió a su amiga
mientras intentaba calmar su agitado corazón, aunque sentía miedo, el amor por
él se encontraba en lo más profundo de su alma y siempre había sabido que no
habría otro hombre en su vida. Yuri Kozlov sería el único.
Cuando Mary volvió al
taller, ambas se sentaron en un pequeño sofá que había contra una de las
paredes de la estancia y Alexa inició el relato de una parte de su vida que
creía nunca volvería a ser parte de ella.
*******
Estaba en Moscú, un
sueño hecho realidad. Había trabajado muy duro para poder desplazarse hasta la
capital rusa y poder acudir a uno de los cursos que impartía uno de los mejores
diseñadores de joyas y orfebrería cuya inspiración eran las alhajas
pertenecientes a la familia Romanov.
Durante el último año había
estado acudiendo a clases de ruso y se defendía bastante bien con el idioma. Llevaba
dos meses en la preciosa ciudad cuando conoció a Yuri. Había ido con unos
compañeros a un restaurante que ofrecía también actuaciones en directo de
música y bailes tradicionales. Le encantaba el sonido del violín y la balalaika
junto con los maravillosos bailes que hacían que perdiera la noción del tiempo.
Estaba de pie aplaudiendo
con entusiasmo la última canción que el grupo folklórico había interpretado
cuando sintió que alguien la observaba. En la mesa de al lado había un grupo de
hombres que habían debido sentarse allí mientras estaba concentrada porque no
recordaba haberlos visto mientras cenaban.
Uno de ellos la miraba
fijamente mientras fumaba. No podía distinguir el color de sus ojos debido a la
tenue iluminación del local, pero sí podía observar que tenía el cabello oscuro
rozándole los hombros y unas marcadas facciones que más que guapo lo hacían
sexy.
Atrapada en el momento
vio como él abandonaba a la mesa y se le acercaba. Todo pasó como en un sueño,
una vez estuvo delante, alargó la mano y cogió la suya llevándosela a los
labios sin dejar de mirarla, posó sobre su dorso un suave beso.
-Permítame que me
presente, Yuri Kozlov –dijo con una voz grave y profunda que le atravesó la
piel y produjo un calor tan intenso que pensó estallaría en llamas. Sintió cómo
se ruborizaba esperando que nadie se percatara de ello gracias a la falta de
luz. Era un hombre fornido y muy alto. Ella llevaba unas botas de tacón alto y
a pesar de ello le sobrepasaba una cabeza.
-Alexa Miller –susurró.
-¿Británica?- preguntó
en inglés con un ligero acento ruso mientras ignoraba al resto de comensales.
-Americana- contestó
ella. Él esbozó una sonrisa ladeada que provocó que su corazón se acelerara más
de lo rápido que ya latía. Su mano todavía sujetaba la suya y en vez de
soltarla la acarició. –Coge tus cosas, vamos a tomar una copa –dijo en tono
bajo pero con cierto grado de orden. Ella asintió, se volvió hacia sus
compañeros y con una tímida sonrisa se despidió de ellos que la miraban con
curiosidad. Sabía que en la próxima clase alguien le preguntarían por el hombre,
la naturaleza humana no podía ocultar algo tan poderoso como la curiosidad.
La llevó a un bar
cercano y hablaron, bueno más bien, ella habló y él escuchó. Yuri sólo le
explicó que poseía varios negocios inmobiliarios y otros relacionados con la
prensa y la restauración. Por la forma en que vestía y se movía estaba segura
de que era un empresario de éxito. Hablaron en inglés a pesar de que ella le
comentó que se expresaba bastante bien en su idioma.
Fue una noche
maravillosa que terminó de madrugada. La acompañó al apartamento que compartía
con otras dos estudiantes americanas en un barrio no de los más seguros de la ciudad,
pero sí de los más asequibles. Él no parecía muy contento, pero cuando bajó del
SUV que conducía para acompañarla hasta la puerta no dijo nada.
-Ha sido una noche
maravillosa -dijo Alexa pensando en si la besaría. Yuri no había dejado de
tocarla, cuando caminaban posaba su mano sobre su espalda o la cogía de la
mano. Todo le parecía muy tierno pero a la vez estaba asustada de sentirse tan
atraída por ese hombre. Estaba en un país desconocido con un hombre que en el
fondo también lo era a pesar de todo lo que habían hablado.
-Sí. Pero habrá más
noches y más días. Estoy seguro –dijo mientras inclinaba la cabeza y posaba sus
labios sobre los de ella acariciándolos para después profundizar el beso
mientras la abrazaba y presionaba contra su musculoso cuerpo.
Cuando se separaron
ambos respiraban con ligeros jadeos. Sabían que habría más, pero no en ese
momento. La dejó entrar y él se fue. Alexa pensó en lo genial que había sido el
beso mientras acariciaba con los dedos sus labios y se apoyaba contra la puerta.
A partir de ese día, él
ocupó casi todo su tiempo libre. Si no estaba estudiando o en clase, Yuri le
enseñaba la ciudad y la llevaba a comer y cenar siempre que podía. Por las
noches, antes de dejarla en casa, la besaba dejándolos a ambos con ganas de
mucho más. Cada noche pensaba en decirle que subiera al apartamento, pero por
otra parte quería que cuando tuvieran sexo fuera algo íntimo y no con más gente
en las habitaciones de al lado.
-Esta noche cenaremos
en mi casa –le dijo un sábado por la tarde mientras caminaban por el parque
Gorki. -¿Te apetece?- preguntó mientras le acariciaba una mejilla. Alexa sabía
que no sólo estaban hablando de comida. Lo quería tanto como él, así que
asintió y poniéndose de puntillas, lo besó sellando una situación que la
marcaría por el resto de sus días.
Yuri tenía un
apartamento en el Triumph Palace, uno de los edificios más exclusivos de la
capital moscovita. Mientras subían en el ascensor, Alexa pensó en la excitación
que sentía. Iban cogidos de la mano y tenía la sensación de que estaba tan
nerviosa que le sudaban las manos y no quería que él no lo notara. Hacía un
rato que no hablaban, pero el silencio no era incómodo. Habían llegado a una
intimidad que francamente era bastante sorprendente.
Cuando llegaron a la casa
él hizo que entrara la primera apoyando una mano en su espalda guiándola hacia
el comedor de concepto abierto. Era un espacio muy moderno y con un diseño muy
inteligente, las ventanas eran grandes y amplias, por lo que la luz era
increíble. Al fondo se veía la cocina y un pasillo que suponía llevaría a las
habitaciones.
Un camarero les ofreció
una copa de champan, ambos la tomaron y brindaron antes de beber. Se acercaron
a la mesa colocada en el centro del amplio salón, estaba dispuesta para dos
comensales. Había sido Yuri el que eligió el menú que comerían, conocía muy
bien sus gustos y todo fue agradable y hermoso.
La siguiente sorpresa
fue la aparición durante el postre de un pequeño grupo folklórico, la sonrisa
que le ofreció junto con la emoción en sus ojos hizo que él la mirara con una
ternura que no le había visto antes. Se levantó y le ofreció la mano para
ayudarla a incorporarse y conducirla a una zona en donde bailarían, ahora que
estaba sonando una preciosa balada.
Alexa perdió el sentido
del tiempo, ambos estaban balanceándose al ritmo de la música, sus cuerpos tan
juntos que habían adaptado sus respiraciones para mantener el contacto. Sintió
como Yuri le besaba la coronilla mientras mantenía la cabeza apoyada sobre su
torso. Todo era muy íntimo. Cuando la canción finalizó, él la separó un poco
para poder mirarla y vio el cambio que se originó en su mirada, era todo deseo
por ella. Hizo un gesto con la mano y todo el personal desapareció, dejándolos
solos.
Le tomó la mano
elevándola hasta sus labios sin apartar la mirada, sabía que de nuevo le estaba
solicitando su consentimiento. Ella no lo dudó y asintió con una dulce sonrisa.
Atravesaron el espacio hasta
llegar a un amplio dormitorio, era el de él, muy masculino y sobrio. Fue ella
la que tomó la iniciativa, se colocó delante de Yuri y comenzó a desnudarlo
quitándole la corbata de color burdeos que contrastaba con sus ojos azules. Retiró
pieza a pieza hasta dejarlo desnudo en toda su gloria. Pasó suavemente las
manos por su musculado cuerpo observando alguna que otra cicatriz que le daban
un aspecto más humano y no tan perfecto.
Sus dedos fueron
bajando hasta su pene que estaba totalmente duro y erguido. Lo acarició
mientras jugaba con el pulgar sobre la sedosa cabeza que estaba húmeda de
líquido pre-seminal. La respiración de ambos se fue acelerando conforme pasaban
los minutos. Ella notó su ropa interior húmeda y cómo el calor inundaba su
cuerpo. Los pezones duros pidiendo las caricias de él presionando su vestido.
Creía que él estaba a
punto de correrse cuando le apartó la mano, y la desnudó con rapidez. La cogió
en brazos y la colocó sobre las sábanas de seda de la cama. Yuri le acarició
los pechos, jugando con ellos mientras los lamía y succionaba. La excitación
aumentaba y ella no podía evitar mover las caderas buscándolo. Estaba tan
dolorida que solo le suplicaba que la follara de una vez. Finalmente él colocó
sus piernas sobre sus hombros y la penetró.
Ambos jadearon. Sintió
como la llenaba. Era una imagen impresionante, estaban sudorosos y
resbaladizos, el oscuro cabello de Yuri le tapaba parcialmente la angulosa cara
pero los dos mantuvieron los ojos fijos el uno en el otro. Comenzó con
movimientos lentos, empujando y rotando las caderas buscando su clítoris.
Aceleró y cuando Alexa sitió que todo su cuerpo convulsionaba por el orgasmo él
cambió de posición bajándole las piernas y acostándose sobre ella,
manteniéndose sobre sus poderosos brazos. Mientras el cuerpo de ella se volvía
laxo el de Yuri estaba más tenso y acelerando el ritmo llegó al éxtasis. La
cabeza echada hacia atrás y un ligero rugido salió de su boca cuando todo
terminó.
-Te amo –susurró Alexa
en su oído cuando él se colocó a su lado y la abrazó –quizás es una locura,
pero es lo que siento.
-No es una locura, yo
también lo siento –dijo él pasando perezosamente los dedos por su espalda.
Parecía que iba a decirle algo más pero ella no mantuvo mucho tiempo ese
pensamiento ya que se quedó dormida.
A la mañana siguiente
Yuri le pidió que fuera a vivir con él y ella aceptó. Pasaron varios meses, se
adaptaron muy bien el uno al otro incluso un día él le dijo que había pensado
en que se casaran. Al principio se negó, pero debían tomar una decisión ya que
el visado de ella caducaría en poco tiempo. Lo meditó y al final le dijo que
sí. Yuri lo preparó todo con una celeridad que le pareció un poco extraña. Lo único que Alexa le pidió era que ella se
encargaría de los anillos.
Como trabajo final del
curso diseñó unos anillos en oro blanco, la banda de él un poco más ancha que
la de ella, con intrincados dibujos de inspiración griega que les daban un
aspecto único. Yuri le dijo que no tenía relación con su escasa familia formada
tan solo por un hermano y un tío. Alexa habló con sus padres por teléfono, se
sorprendieron por la noticia pero le desearon lo mejor.
Compró un vestido largo
de color marfil con detalles de pedrería y unos zapatos de tacón alto del mismo
color. Las perlas de su abuela en sus orejas y una gargantilla de oro blanco que
le había regalado Yuri el día anterior, componían su sencillo conjunto. Él
llevaba un traje de Armani y como testigos había una mujer que le presentó como
su secretaria y un hombre que le dijo era amigo suyo.
Quizás si no hubiera
estado tan enamorada hubiera pensado que había algunos detalles bastante
extraños. Él se había convertido en toda su mundo. Fueron de viaje de novios a
San Petersburgo en donde pasaron diez días, cuando volvieron a Moscú ella ya
había terminado su curso y Yuri había estado buscándole un local en donde
pudiera iniciar su carrera como diseñadora de joyas. Todo era tan maravilloso
que cuando la realidad apareció, la caída fue estrepitosa.
Volvía al apartamento
cuando un coche con los vidrios teñidos aparcó a su lado y dos tipos enormes
salieron y sujetándola la llevaron dentro. Le colocaron unas gasas impregnadas
en éter sobre la nariz y la boca, provocando que en pocos segundos se quedara
dormida.
Despertó sentada en una
silla con las manos atadas a la espalda y las piernas sujetas a las patas. La
habitación estaba fría y oscura. Los dos hombres que la habían secuestrado
estaban parados delante de la puerta. Al percatarse que recuperaba la
consciencia, uno de ellos envió un mensaje de móvil. Al cabo de unos minutos la
puerta se abrió y los hombres salieron para dar paso a otro que reconoció de
inmediato como el amigo de Yuri que hizo de testigo en la boda.
-¿Te preguntarás que
haces aquí y porqué todo esto? –le preguntó el hombre apoyándose sobre la
puerta cerrada mientras cruzaba los brazos sobre su torso. Alexa asintió.
-Bien, buena chica. Va
a ser muy sencillo, tienes que desaparecer. Desde que Yuri te vio en aquel
restaurante ha cambiado y la organización se ha puesto nerviosa. Tú tienes la
culpa. Su hermano y su tío están intentando que regrese a su lugar, pero él
solo piensa en ti, así que uno de los dos muere. Y él no va a ser el que
desaparezca. –Alexa comprendió entonces muchas cosas que hasta ahora no tenían
sentido. La falta de amigos, la nula relación con su familia, los negocios que
lo hacían salir a cualquier hora de la noche. Era un mafioso y ella iba a
morir. La había engañado. Ardientes lágrimas corrieron por sus mejillas. Cerró
los ojos y se preparó para el inminente suceso, pero a pesar del shock pensó en
que lo todavía lo amaba.
Pasaron los minutos y
cuando abrió los ojos vio que la estaba apuntando con una pistola, Alexa temblaba
y lloraba sin poder controlarse. Entonces el silencio de la habitación se
alteró con el sonido de una llamada telefónica a la que el hombre contestó.
-Estás de suerte, hoy
no morirás -dijo mientras guardaba la pistola en una sobaquera que llevaba bajo
la chaqueta del traje. Después salió de la habitación y se quedó sola.
Lo que sucedió después
fue rápido. Volvieron los secuestradores, la desataron y poniéndole de nuevo la
bolsa en la cabeza la sacaron de allí. La subieron en el coche y cuando ya
llevaban un rato de trayecto se la retiraron. Asustada se abrazó así misma
intentando controlarse.
-¿Y ahora? –susurró la
pregunta.
-Te vamos a llevar al
aeropuerto, cogerás el primer vuelo que salga para Estados Unidos y nunca,
nunca volverás o intentarás contactar con él. Por supuesto no puedes hablar con
nadie de todo lo que ha pasado. Volverás y dirás que tu matrimonio no funcionó.
Si no cumples con ello, ten por seguro que nada ni nadie te salvará –le explicó
el “amigo” de Yuri sin ni siquiera mirarla con un tono tajante.
No intercambiaron más
palabras. Cuando llegaron a su destino, le entregaron su bolso y un sobre con
dinero suficiente para volver a su país. Caminó rápidamente hacia las puertas
automáticas del aeropuerto y no miró atrás.
*******
Alexa quedó en silencio
cuando terminó el relato. Había cumplido su parte del trato hasta ese momento,
si Yuri estaba en Nueva York y la había encontrado, era porqué había sucedido
algo que alteraba la historia. Su amiga no dijo nada, al mirarla observó que
estaba estupefacta y sus ojos llenos de lágrimas no derramadas.
No sabía cuánto tiempo
había pasado desde que había empezado a hablar, pero debía ser bastante porque
el timbre de la tienda sonaba con insistencia. Era él. Lo sabía, así como
también sabía que tendría que verlo.
-Abre la puerta, por
favor. Déjalo entrar y después vete. Te llamaré, lo prometo –le dijo mientras
apretaba la mano que su amiga todavía sostenía.
Mary asintió y se
levantó con dudas reflejadas en su rostro. Alexa esbozó una mueca que quería
parecer una sonrisa tranquilizadora pero que no iba a convencer a ninguna de
las dos. Al final su amiga caminó hacia la puerta saliendo del taller. Escuchó
cómo tecleaba el código para abrir la puerta de la tienda y tras unos segundos
el sonido de unos susurros y pasos amortiguados por la moqueta encaminándose
hacia donde ella estaba.
El corazón latía con
fuerza dentro de su pecho, sentía miedo, no de él, pero sí de lo que podía
suceder. Miedo de sí misma y de las reacciones que podía tener. Miedo de amarlo
y de querer volver a estar entre sus brazos.
No había manera de
prepararse para lo que tenía que hacer, así que inspiró con fuerza y miró hacia
la puerta. Yuri estaba allí de pie. Vestía como siempre un precioso traje de
chaqueta negro junto con un abrigo largo del mismo color. Llevaba el cabello
ligeramente más largo de lo que recordaba y entre los mechones había alguna que
otra hebra de color plata. Emitió un jadeo involuntario cuando al fijar la
mirada sobre su rostro vio la irregular cicatriz que le cruzaba la mejilla
izquierda.
Durante un tiempo
indeterminado mantuvieron sus miradas fijas el uno en el otro. Alexa decidió
levantarse y acercarse hasta que quedó delante de él. En su mirada había cierta
tristeza pero también algo más, determinación.
-Hola –dijo él
rompiendo el incómodo silencio. Ella solo pudo asentir, quería gritarle y
decirle tantas cosas que no sabía por dónde empezar. Parecía que había perdido
la capacidad para articular las palabras.
Él levantó la mano derecha
y en su palma estaba el anillo, Alexa se había quitado el suyo en cuando salió
del shock inicial guardándolo en un cajón y no volviendo a querer verlo.
-Ha sido un largo
camino, pero al fin te he encontrado y… – Estaba nervioso. Observó cómo se
pasaba la mano izquierda por el cabello. Ella inclinó la cabeza instándolo a
que continuara.
-Tenía que habértelo
contado, pero eras tan inocente y yo venía de un mundo oscuro y violento.
Quería protegerte y lo único que conseguí es que no estuvieras preparada para lo
que podía llegar a pasar. Cuando me enteré que te habían secuestrado y lo que
pensaban hacer me volví loco e hice lo único que podía, no tomar represalias y quedarme
con ellos a cambio de que volvieras a tu hogar –explicó con esa voz grave que
tanto le gustaba. Seguía teniendo ganas de gritarle, de abalanzarse sobre él y
empezar a golpearlo, pero era débil, Yuri anulaba totalmente su capacidad de
raciocinio.
-Sé que tengo mucho que
explicar pero en resumidas cuentas, he podido salir de allí y de todo en lo que
estaba metido. Ya no hay ningún peligro de que mi pasado nos alcance. Desde
hace un año estoy en Nueva York sabiendo que estabas aquí pero no quería venir
a verte hasta que estuviera establecido y seguro de todo. –Alexa no dudaba de
que continuaría siendo un hombre de negocios brillante, lo que le preocupaba
era que su único anhelo era estar con él a pesar de todo. Si era sincera
consigo misma, creía que aunque le hubiera contado su contacto con la mafia
rusa, no lo hubiera dejado.
Levantó una mano y le
acarició la mejilla, pasando por los bordes de la cicatriz. Sabía que esa
acción le daría alas a Yuri, y así fue, dio un paso e inclinó la cabeza para
besarla. Una caricia que llevó a un abrazo que expresaba cada uno de los
sentimientos de ambos.
-No será fácil –dijo
ella –tienes mucho más que explicarme.
-Lo sé –contestó él
-sólo te pido una oportunidad.
Alexa asintió sobre su
hombro y pensó en cómo su vida volvía a estar a punto de cambiar por la
aparición de Yuri, lo único que quería era recuperar su confianza en él y tener
una vida juntos.
Fin.
Saludos.
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