martes, 26 de febrero de 2019

Relato policíaco: "Obsesión mortal"






Hola a tod@s,
hace unos años, cuando empecé a escribir microrrelatos y relatos cortos, me dio por probar con deferentes géneros. Os presento "Obsesión mortal", pequeño escrito sobre un detective privado y uno de sus casos. Espero que os guste.

Obsesión mortal

El humo de su cigarrillo atravesaba la fría noche invernal. Había un silencio sepulcral, se encontraba en el cementerio  delante de una tumba que habían cerrado aquel mismo día. Hacía mucho frío, así que se subió las solapas de su gabardina, protegiéndose el cuello y se recolocó el sombrero de ala corta.
Mike Dunham tenía más aspecto de gánster que de detective, rozaba los dos metros de altura y era demasiado corpulento. Tenía el pelo oscuro como las alas de un cuervo y una cicatriz que le atravesaba la cara, recuerdo de su juventud rebelde. Había cumplido cuarenta años recientemente y menos mal que siendo un adolescente se dio cuenta a tiempo y dio un giro a su vida de ciento ochenta grados el día que mataron en la calle a su mejor amigo por robarle veinte míseros dólares a un tendero.
Entró en la academia de policía, realizó los estudios reglamentarios y una vez graduado tres años de pies planos pateando las calles de Nueva York y aprendiendo la sucia y cruda realidad de la vida desde el otro lado de la ley, del que entonces consideraba el lado bueno. 
Lo dejó por que llegó un momento en que no tenía nada claro quiénes eran los buenos y quiénes eran los malos. Corrupción policial, se había encontrado con demasiados obstáculos en su época de novato y había decidido que aquello no acaba de ser para él, que había otras formas de hacer las cosas, como por ejemplo la suya.
Se hizo detective privado y conservó las amistades que había hecho dentro de la policía, lo que en numerosas ocasiones le había permitido recabar informaciones que le habían permitido solucionar sus casos. Trabajaba solo y en el despacho estaba Maud, su secretaria setentona, por qué odiaba el papeleo y contestar al teléfono.
¿Qué le había impulsado a ir aquella noche al cementerio?  Tal vez si hubiera prestado más atención a los pequeños detalles no se encontraría allí, o tal vez aunque lo hubiera hecho el desenlace hubiera sido el mismo. En sus quince años de detective había investigado muchos casos de espionaje industrial y las estafas e infidelidades eran los más habituales, pero ninguno había acabado en tragedia.
Éste era el primero de sus casos que había terminado de una manera tan funesta. Tal vez por eso estaba allí, por qué no acababa de asimilar todo lo que había sucedido en esa última semana.
Allí estuvo hasta que perdió la noción del tiempo y el frío y la humedad le atravesaron los huesos. Volvió a encender un pitillo y cabizbajo abandonó el tranquilo lugar mientras escuchaba el sonido de sus pasos.
Se subió al coche que tenía aparcado a la entrada y se dirigió al bar de John. Necesitaba un trago de whisky urgentemente, a ver si podía hacer que cesaran las tiritonas de frío y las ideas se le aclaraban un poco, por qué aunque hacía años que se dedicaba a la profesión nunca dejaría de sorprenderle la naturaleza humana.
Aparcó el coche delante de la entrada del bar, le gustaba tenerlo a mano por si tenía que salir deprisa, una costumbre que no había abandonado tras dejar de ser poli.
El bar estaba atestado de gente que buscaba un poco de todo. Calor, olvido, compañía, cada uno de ellos tenía diferentes motivaciones, como él mismo.
El humo, el barullo de las conversaciones, las discusiones, la música y las risas le daba una calidez que para algunos podía parecer extraña pero que a él lo tranquilizaba.
Se acercó a la barra, saludó con la cabeza a John mientras se quitaba el sombrero y la gabardina. Se sentó sobre un taburete y sin que pidiera nada al barman le apareció un pequeño vaso lleno de whisky mientras escuchaba.
-Supongo que es lo que quieres –le dijo John.
-Sí, la verdad es que es lo que quiero y necesito –contestó Mike mientras cogía el vaso y se lo llevaba a la boca, lo bebió de un trago y volvió a dejar el vaso sobre la barra. John lo llenó de nuevo.
-¿Una mala noche?
-Ojalá hubiera sido sólo una mala noche, la verdad es que ha sido una mala semana –le contestó mientras volvía a coger el vaso pero se tomaba el licor más lentamente, el primer trago le había golpeado el estómago con fuerza. Pero entonces comenzó a tener  la sensación de entrar en calor por primera vez en horas.
John se alejó hacia el otro extremo de la barra para atender a otro cliente mientras Mike cogía unos pistachos de un pequeño plato que había cerca de su mano derecha.
Miró al frente mientras masticaba y vio las botellas de todos los licores posibles que debían surtir un buen bar. Un poco más arriba de las repisas dónde se encontraban las bebidas había un gran espejo que le permitía observar lo que había a su espalda pero que también le daba una imagen propia.
Pena, daba pena ver el careto que llevaba, como si hubiera corrido una maratón de cincuenta yardas sin haber entrenado. Pálido y ojeroso, con la barba sin rasurar desde hacía dos días, la verdad es que no tenía muy buen aspecto. Tal vez después del segundo whisky lo que debería hacer era irse a casa y dormir una semana entera, por qué la verdad es que durante aquellos últimos días poco había dormido metido como había estado en el caso de los Hubert.
Selina y Ronald Hubert, en esos momentos eran considerados caso cerrado para él y para la policía, por qué al final la policía había tenido que intervenir.
Cómo si se formara una nebulosa sobre el espejo, comenzó a recordar cómo la espectacular y curvilínea Selina se le había presentado en su despacho para que investigara unas supuestas infidelidades de su marido.
Sí, así comenzó todo.

******

Una semana antes…

-Entonces, usted dirá –le dijo Mike a la hermosa mujer que tenía delante.
Estaban sentados en su despacho, gracias a Dios que Maud lo había ordenado todo un poco por qué siempre parecía que había pasado una manada de búfalos por él.
No era gran cosa, pero tenía todo lo necesario, una silla giratoria sobre la que alguna que otra vez se echaba un sueñecito, una mesa, el teléfono, miles de papeles por todas partes y al otro lado dos sillas y al fondo una pequeña estantería con algunos libros de temática legal y encima su título de detective.
-Quiero contratarlo por qué creo que mi marido me está engañando con otra mujer. Quiero que lo siga y me dé las pruebas necesarias para destrozarlo. ¿Qué se ha pensado el muy hijo de perra para pensar que me puede engañar sin que le pase nada? Con lo que yo le he querido y…-se sacó el pañuelo del bolso- le quiero- dijo con el sonido de la voz amortiguada por el pañuelo que se había llevado a la nariz.
Una lágrima rodó por su perfecto cutis. Era algo chocante que una mujer que parecía tan fría tuviera ese arranque tan pasional y sentimental. Sí, se dijo a sí mismo, debería quererlo mucho, en fin, a ver qué podía averiguar.
La mujer de unos treinta años iba perfectamente vestida con un modelito de la época. A parte del bolso, llevaba de complemento un sombrerito ladeado con una pequeña redecilla que le quedaba sobre los ojos sin que le dificultara la visión.
-Bueno Mrs…
-Hubert, Selina Hubert –continuó la mujer cuando vio que Mike se quedaba a medias de la frase.
-Sí, estooo… Mrs Hubert  ¿por qué piensa que le está engañando con otra mujer?- le preguntó Mike mientras se inclinaba hacia adelante en un signo de interés por el cariz que estaba tomando la conversación.
La mujer se sonó muy discretamente y recogió el pañuelo de nuevo en el bolsito. Se recolocó sobre su asiento sentándose más erguida y le contestó mirándole a los ojos.
-Pues mire, llevamos más de diez años casados y normalmente es muy puntual y muy rutinario en su vida cotidiana. Nunca llega tarde y si va a hacerlo me llama por teléfono, pero desde hace unos meses, está despistado y nervioso. Llega tarde y cuando le pregunto que por qué me dice que ha tenido trabajo y me contesta de malas maneras, cómo si intentara ocultarme algo.
-¿Le ha preguntado si le pasa algo en el trabajo?
-Sí, se lo pregunto todos los días, pero me evade diciendo que son cosas de hombres y que lo deje tranquilo, que lo atosigo y que no lo dejo en paz. Es el director y fundador de una empresa de compra y venta hortícola, la verdad es que nunca nos ha faltado el dinero por qué el negocio funciona muy bien.
-¿Algún día no ha ido a dormir a su casa?
-Sólo en una ocasión y me dijo que se había quedado dormido en la oficina, pero llamé y no me contestó nadie. Así que ya se puede imaginar por qué tengo  sospechas.
-Mrs Hubert le voy a hacer una pregunta un tanto embarazosa pero que creo necesaria ¿tienen relaciones sexuales últimamente?
La tez de Mrs Hubert se tiñó de un ligero tono rosado, pero la determinación de ella pudo más que su pudor y le contestó.
-Pues he de reconocer que desde hace unos seis meses no tenemos relaciones, cuando he querido tenerlas él me ha dado escusas de que estaba muy cansado y que en otro momento sería. Cómo puede comprobar no ha sido por qué yo no haya querido.
-¿Su marido tiene personal femenino a su cargo en la oficina?, ¿una secretaria quizás?
-Sí, hay mujeres en la oficina trabajando pero en el despacho tiene un secretario.
Mike en un principio no le dio mucha importancia y siguió preguntándole a Selina.
-¿Alguna amiga suya?, ¿una clienta?, ¿alguien de quien pudiera sospechar?, ¿algún detalle sobre su ropa que le haya llamado la atención?
-Pues ahora que lo dice, no le he visto más tiempo de lo estrictamente decoroso con ninguna mujer. Tampoco le he visto marcas de carmín en su ropa ni el olor del perfume de otra mujer que no sea el mío. Siempre huele a colonia de hombre. Es muy cuidadoso con su higiene personal. Siempre ha sido muy respetuoso conmigo.
-Bien –dijo Mike-lo que haré será seguirlo durante unos días y en cuanto tenga alguna cosa sobre el tema se lo comunicaré. Lo único que necesito es que me dé la dirección de su casa y del trabajo además de las de los locales que habitualmente frecuenta.
Una vez que Mrs. Hubert  le hubo dado los datos requeridos, Mike le explicó lo que le costarían sus honorarios entonces ella le dijo que no habría ningún problema y se levantó. Mike también se levantó y la acompañó fuera del despacho volviendo a decirle al salir por la puerta que contactaría con ella en como máximo una semana con las noticias que tuviera.
Al pasar por delante de la mesa de Maud le explicó escuetamente de qué iba este caso y que de momento no podría trabajar en nada más, que estaría toda la semana dedicado a él y que si hubiese algún otro tendría que esperar.
Volvió al despacho a recoger el sombrero y la gabardina, después salió del edificio, cogió el coche y se fue a la jefatura de policía a recabar información de tipo legal.
Una vez en el recinto policial saludó a viejos compañeros del cuerpo que aún estaban por allí y se dirigió al despacho de Pearl Adams, la secretaria del jefe que controlaba el cotarro y que le proporcionaría la información que buscaba. En un principio sólo buscaba que Mr Hubert no tuviera denuncias de algún tipo, multas o algún que otro problemilla con la ley. Tal y como hablaba la mujer hasta hacía poco tiempo el hombre parecía un dechado de virtudes.
Pero Mike sabía por experiencia que hasta los más santos tenían algún que otro cadáver en el armario.
Cuando llegó al despacho de Pearl llamó y entró sin esperar que ella contestara.
-¿Qué hace la mujer más hermosa del sur de la ciudad encerrada en un despacho?
-Mike Dunham tú siempre tan galante, pero te conozco desde hace demasiado tiempo ¿qué buscas?, ¿a quién investigas?, ¿otro marido infiel?
Pearl se encontraba en el cómodo despacho que comunicaba con el del jefe mediante una puerta interna sentada detrás de su mesa y mientras le miraba por sobre los pequeños lentes que solía llevar cuando trabajaba, seguía escribiendo a máquina algún informe que le habría pedido el Comandante Bones. Era una chica mona y sexy pero las gafas le daban aspecto de marisabidilla.
Mike se sentó sin su permiso en una de las sillas que había delante de su mesa y se rió.
-Jjajajja…eres demasiado lista ¿lo sabías?
-Sí, lo sé. Así que al grano que tengo trabajo ¿qué quieres Dunham?
-Yo que pensaba invitarte a comer.
-No tengo tiempo y nunca cumples esas invitaciones. Eres como eres.
-Bueno, la verdad es que a veces se me lía la vida, pero te prometo que la próxima vez cumpliré con mi invitación.
-Vamos, que te ayudaré sin invitación, canta ¿qué quieres?-repitió de nuevo Pearl.
-Busco información sobre un hombre que se llama Ronald Hubert un empresario que al parecer está engañando a su mujer.
Ella dejó de escribir a máquina, cogió un papel y un lápiz y escribió el nombre, entonces le dijo.
-Vale, ya lo tengo. Llámame dentro de un par de horas y te diré algo que ahora estoy muy ocupada ¿busco alguna cosa en concreto?
-No, sólo lo habitual.
-Bien, pues ahora largo –y se dispuso de nuevo a teclear finalizando así la conversación y la visita.
Mike se levantó y salió despacho cerrando despacio la puerta mientras pensaba que era una mujer curiosa. Tenía un trabajo de gran responsabilidad pero siempre encontraba tiempo para ayudar a la gente y nunca pedía nada a cambio. Tal vez  un día la invitaría a cenar, le gustaba.
Cogió el coche y se dirigió a las oficinas de Mr. Hubert, aparcó y se quedó dentro del coche con una papelina de pipas para entretener el apetito y tener algo que hacer, sólo tenía que recordar limpiar el coche de vez en cuando, por qué realmente podía llegar a ser una pocilga si le tocaba estar demasiado tiempo allí dentro. Era muy tedioso el trabajo que le esperaba ahora, la vigilancia.
Pasaron dos horas y vio entrar y salir del edificio de oficinas a mucha gente. Por la descripción que le había hecho Mrs Hubert lo localizó enseguida. Un tipo delgado de porte distinguido de unos cuarenta y cinco años, el cabello relativamente escaso con grandes entradas dejándole la frente muy despejada. Vestía un traje gris y sombrero que se puso al salir del edificio. Fue hacia su coche que estaba aparcado en la misma calle, se subió en él y lo condujo hasta su casa.
Mike lo siguió durante cuatro días, como había dicho su mujer era un tipo muy rutinario y se lo demostró en ese tiempo. Había llamado a Pearl y ésta le confirmó lo que suponía, el tipo no tenía ni una multa de tráfico.
Salía de casa, iba al trabajo, salía a almorzar, volvía al trabajo, salía del trabajo y se iba a casa. Esa era su rutina y en esos momentos también la de Mike.
Al quinto día, que coincidía con que era viernes, el tipo alteró su habitual rutina y a la hora del almuerzo después de tomarlo en la cafetería de todos los días, se acercó a una joyería dónde compró un bonito y muy caro anillo de mujer. Mike empezó a animarse, por qué la verdad es que había sido una vigilancia muy pero que muy aburrida. Supo para quién era el anillo por qué entró en la tienda cuando él había vuelto a su trabajo.
Habló con el propietario por qué quería un anillo parecido al de “su amigo” Mr. Hubert, entonces el hombre le había explicado que Mr. Hubert le había dicho que era para su mujer.
También sucedió algo ese día por la tarde. No apareció a la hora de irse a su casa, así que Mike bajó del coche y se dispuso a subir al piso dónde el hombre tenía las oficinas. Se montó en uno de los ascensores, subió al cuarto piso y se acercó a la puerta dónde ponía Hubert Enterprises, The Red Tomato.
Con forme se acercaba escuchó gritos dentro del despacho. Eran dos hombres discutiendo, no entendía lo que decían pero claramente eran dos hombres. Se estaba acercando para poder escuchar qué decían y quienes eran los que discutían cuando la puerta se abrió de golpe y salió un hombre alto, moreno y delgado de unos treinta años.
El hombre se quedó parado en la puerta al verlo y le dijo de malos modos.
-¿Qué quiere? Las oficinas están cerradas.
Mike que ya tenía un discursito habitual para estos casos le dijo.
-Perdone, pero estoy buscando la oficina de Mr. Smith.
-Pues le comunico que en esta planta no está.
-Ah, pues perdone y gracias.
Mike se tocó el ala del sombrero y dio media vuelta para irse por qué el hombre aún estaba en la puerta mirándolo con cara de pocos amigos.
Una vez abajo se dedicó de nuevo a esperar que saliera alguno de los dos, lo que estaba claro era que una de las personas que estaba discutiendo era Mr. Hubert pero al otro no lo conocía, cabía la posibilidad de que fuera el secretario. No le había dado mucha importancia a que tuviera un hombre como secretario ya que en su investigación se había centrado más en las mujeres.
Salió Mr Hubert con el pelo algo revuelto y un poco desaliñado como si hubiera estado forcejeando y pasándose la mano por el pelo corto, pero una vez cerca de su coche se recompuso la ropa en un intento de mejorar su aspecto. Mike dejó que marchara por qué tenía la impresión de que el otro tipo tenía algo más que ver de lo que parecía en el caso.
Al cabo de una hora el hombre del despacho estaba en la puerta principal pero él no estaba en absoluto desarreglado, al contrario, parecía que fueran las ocho de la mañana y entrara en esos momentos a trabajar y no que fuera la hora de salir del trabajo. Lo que tampoco le pasó inadvertido a Mike era la furia que destilaba por todos los poros de su cuerpo, tanto en los movimientos que hacía como en la cara, que como buen espejo del alma le reflejaba ese sentimiento en concreto.
Se acercó al que parecía ser era su coche, se subió y Mike lo siguió durante alrededor de una hora. Entonces aparcó y se metió en un bar de una de las zonas medias de la ciudad.
Mike no entró por qué no quería que lo reconociera, seguiría esperando a ver cómo y dónde acaba la noche. Se apuntó la matrícula del coche y mientras seguía vigilando la puerta del bar se dirigió a una cabina cercana desde dónde llamó a un colega que trabajaba en tráfico para que le facilitara el nombre del propietario.
James Buford, treinta y un años, vivía en Amsterdam Ave una zona bien de Manhattan, Mike se planteó que para ser un simple secretario debía tener  muy buen sueldo.
Volvía a estar en el coche cuando Mr. Buford salió del bar con aspecto de haberse tomado un par de whiskys y estar más controlado. Lo siguió, pero no hizo nada excitante, se dirigió directamente a su calle dónde aparcó y de allí fue al que se suponía era su apartamento.
Era sábado por la mañana cuando Mike recibió el aviso de Maud de que se pusiera en contacto con Mrs. Hubert, la llamó por teléfono y ella le comunicó que quería que se pasara durante la tarde por su casa ya que se había reconciliado con su marido, ya no necesitaba más de sus servicios y le pagaría sus honorarios.
Mike no acababa de ver clara toda la situación tenía piezas del rompecabezas que no encajaban como debían. ¿De golpe Selina se había reconciliado con Ronald?, ¿era el anillo el que lo había logrado?, ¿qué explicaciones le había dado Ronald a Selina sobre su comportamiento durante meses?, ¿quién era la mujer con la que la había engañado?, ¿sobre qué habían discutido tan acaloradamente Ronald y James?, ¿tenía algo que ver el secretario con toda esta situación?
La cabeza de Mike se planteaba todas éstas cuestiones mientas comía en su bar favorito cerca del despacho y se tomaba una gran ración de salchichas con puré de patatas y una cerveza, cuándo Hilda la camarera le dijo que se pusiera al teléfono que lo llamaba una mujer.
Sólo Maud sabía que estaría allí a esas horas y era muy raro que lo llamara, podía esperar a que volviera al despacho. A pesar de ser sábado por la tarde, quería dejar unos papeles arreglados y cerrar el informe de los Hubert.
Al otro lado de la línea estaba Pearl.
-Mike, soy Pearl ¿recuerdas que me pediste que indagara un poquito sobre Ronald Hubert y en un principio no tenía ni una  multa de tráfico?
-Sí –contestó Mike.
-Bueno, pues rebuscando en unos archivos de hace unos quince años, tu amigo Ronald estuvo implicado en una redada en uno de los bares de ambiente de esa época que estaba de moda, aunque alegó que él no sabía que fuera de “ese tipo de bares”. Se resolvió con una buena multa.
-Vaya, el amigo Ronald es una caja de sorpresas. Gracias Pearl, eres un cielo, de verdad que ésta semana te invito un día a comer.
-Anda, anda…tú sigue insistiendo y tal vez algún día te acepte la invitación.
Pearl colgó y dejó a Mike con la cabeza hirviendo sobre las diferentes posibilidades que se podían barajar con la información recibida mientras oía el pitido del teléfono aún sin colgar por su parte.
Tenía muy malas sensaciones, lo mejor era ir ahora a casa de los Hubert. Colgó el teléfono, pagó la cuenta y se subió al coche para dirigirse a la casa lo más rápidamente posible.
Aparcó delante de la casa de los Hubert y vio que también estaba el coche de James Buford, se apeó y se acercó con pasos rápidos a la puerta principal, los Hubert vivían en uno de los barrios residenciales y su casa era bastante grande.
La puerta estaba entreabierta, así que no llamó y en el momento en que entraba en la casa se escuchó el sonido de un disparo en una de las habitaciones posteriores, se dirigió corriendo hacia allí con la pistola en la mano que sacó de la sobaquera que siempre llevaba debajo de la chaqueta del traje.
Abrió la puerta y se encontró con un amplio salón. A la derecha tenía ubicada una gran chimenea y delante en el suelo el cuerpo sin vida de Selina Hubert con una gran mancha de sangre que cada vez se hacía más grande sobre su pecho. James apuntaba a Ronald que miraba con horror a su mujer en el suelo. Mike apuntó a James y éste al darse cuenta de la entrada de Mike dejó de mirar a Ronald para decirle a Mike que dejara el arma en el suelo si no quería que matara a Ronald.
Mike se lo pensó unos segundos pero sabía que James  no dudaría en matar a Ronald, tenía la determinación escrita en la cara, así que haciendo acopio de valor dejó el arma en el suelo sin dejar de mirarlo y levantó las manos en señal de rendición.
Entonces James le hizo señales con la pistola a Mike para que se pusiera al lado de Ronald haciendo que se acercara a la chimenea y al cuerpo sin vida de Selina del que seguía manando sangre descontroladamente.
Entonces James se volvió a dirigir a Ronald.
-Tenías que decírselo y reconciliarte con ella. El bueno de Ronald, siempre tan correcto y tan perfecto. Pues no, no eres nada perfecto eres un gay como yo, te han gustado siempre los hombres y te has convertido en un reprimido.
-Eso no es verdad James - contestó Ronald saliendo de su estado estuporoso - quería a mi mujer aunque me hubiera enamorado de ti, pero eso ya pasó y quería volver a estar con ella.
Mike escuchaba asombrado la conversación de reproches entre ambos intentando buscar alguna manera de poder neutralizar la pistola de James.
-Bueno pues ahora ya no estarás con ella nunca jamás.
-Pues contigo, asesino de mujeres, tampoco.
-Así que esas tenemos-le dijo James que empezaba a enrabietarse tras ver que no había conseguido nada después de haber matado a la mujer.
-Pues si no eres para mí no eres para nadie- Mike no pudo actuar, todo fue demasiado rápido.  James disparó a Ronald y antes de que Mike se pudiera abalanzarse sobre James, éste se metió la pistola en la boca y disparó haciéndose saltar parte del cerebro.
Mike se sentía conmocionado y horrorizado, había tres cadáveres en el salón y todo por una obsesión, la obsesión de James por Ronald.
Llamó a la policía explicando lo que había visto y vivido sabiendo que tendría que explicar la historia completa desde el principio en la comisaría, pero mientras hablaba por el teléfono se fijó en que Selina llevaba en el dedo anular de la mano izquierda el anillo que le había comprado Ronald el día anterior.
Ahí estaba la explicación de la discusión de James y Ronald la tarde anterior, la vuelta de Ronald con Selina y el anillo que lo demostraba.
Mike tenía muy mal sabor de boca tras todo lo sucedido, a lo lejos ya se escuchaban las sirenas de los coches de policía que se acercaban a toda velocidad a pesar de que ya no podrían hacer nada.
*****
Aún tenía el segundo vaso de whisky delante sin acabar cuándo se dio cuenta de que todavía estaba sentado en el bar mirando hacia el espejo.
Esa noche había estado ante la tumba de Selina y Ronald Hubert, los habían enterrado aquella misma tarde de domingo, al menos estarían juntos, no sabía dónde habían enterrado a James. A los tres se les hizo la autopsia y quedó muy claro el motivo de la muerte además de que al prestar Mike declaración, la historia se completaba y el caso se cerraba sin que quedara ninguna duda. Crimen pasional, James Buford se había obsesionado con Ronald Hubert y no soportó que volviera con su esposa Selina, fin del caso.
No se acabó el  whisky,  dejó unos dólares sobre la barra, se puso la gabardina junto con el sombrero y salió del local haciendo una señal con la cabeza en forma de despedida a John. Entró en el coche y condujo calle abajo hacia su casa mientras el letrero fluorescente del bar de John parpadeaba en la oscura y fría noche.

Fin

Cris Tremps

Saludos

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